Los doctorcitos de Harvard quieren salvar Bolivia
El problema de fondo es el desconocimiento que siguen teniendo, dichos estudiosos, de nuestras realidades. Una cosa es la academia y los libros; otra totalmente distinta es la cuestión práctica en Bolivia. Una cosa es saber lindas teorías de Estado; otra cosa en con charango: estar en una de las oficinas de nuestra burocracia.

Como si no tuviéramos experiencia en nuestra historia casi reciente, donde gobernaron en el llamado neoliberalismo, muchos profesionales de Harvard, Columbia, etc. Lo resultados fueron un rotundo fracaso. Pues, incluso gente estudiosa de esos centros, importantes por cierto, no han podido gestionar nuestros problemas estructurales. El mismo fracasado político Tuto Quiroga, es uno de ellos. Y pues no le achunta una en este país.
El problema de fondo es el desconocimiento que siguen teniendo, dichos estudiosos, de nuestras realidades. Una cosa es la academia y los libros; otra totalmente distinta es la cuestión práctica en Bolivia. Una cosa es saber lindas teorías de Estado; otra cosa en con charango: estar en una de las oficinas de nuestra burocracia.
Los estudiosos de esos centros importantes, a nivel mundial incluso, no conocen a profundidad nuestras lógicas culturales, costumbres, vicios, traumas, reciprocidades y otros temas que tienen que ver con cargas mentales. Todo eso no están en las bonitas teorías librescas, que además siempre quieren aplicar como recetas.
Hoy, en estas coyunturas brutalmente politizadas, vemos a estos doctorcitos de Harvard en sus campañas con gente de pollera, o con gente de ponchos y ojotas, como si la presencia de algunas personas de la Bolivia rural, resolvieran sus ausencias de conocimientos de nuestras realidades. Esta bien la foto; pero pues si el ridículo de sus ignorancias no se ataca de raíz, los doctorcitos de Harvard seguirán nomas aplazándose en la materia Bolivia.
Escuchando lo que dicen, no dicen nada. Son los mismos cánticos modernistas que se escuchaban en la época del neoliberalismo. Algunos imitadores de Milei o Trump, hacen totalmente el ridículo. Bolivia no está para esas medidas sangrientas, precisamente por el tipo de realidades que somos. Además, Bolivia ha cambiado en estos últimos años y el mundo rural es otro. Todavía más rebelde que antes.
Por supuesto que los bolivianos no podemos cerrar los ojos ante nuestras tragedias. La galopante corrupción, la desestructuración institucional, la ausencia de políticas de Estado, el fracaso económico tiene que ponernos en guardia desde los conocimientos, no sólo de los libros sino desde nuestras experiencias regionales. La ausencia de oportunidades para los jóvenes, son insumos para repensar Bolivia, para repensar en qué hemos fracasado y por qué.
Sería interesante que nuestras propias universidades puedan ser espacios de reflexión e intercambio de teorías. Porque la experiencia nos señala que depender de espacios tan alejados y distintos en todo, como Harvard, está bien para la anécdota, no para los compromisos reales de la Bolivia real y profunda. Apostar por nosotros mismos siguen siendo los desafíos de los bolivianos, de todas las generaciones. Aunque para ello debamos apostar mejor en todo, pues en Bolivia los desafíos cuestan veinte veces más que en otras realidades. A pesar del sufrimiento, vale la pena seguir apostando por lo nuestro.
Existen experiencias por el mundo, como en Corea del Sur, Singapur, donde las universidades se pusieron las pilas junto a las construcciones de Estado de aquellos países, para aportar a fondo en todos los campos posibles. No hay mucho que inventar por el mundo sino aprender de otras realidades y adaptar a nuestras realidades.
En Bolivia tenemos talento suficiente. Pero el bloqueo de la politiquería y el poder de los analfabetos politiqueros en las universidades, no dejan fluir a tanto talento que perdemos. Al final, Bolivia es uno de los países que más talento expulsa a todo el mundo. Aquí no se puede pensar en serio, sino bajo las fauces de la politiqueria y la ausencia de instituciones, lleno de caudillos cavernarios y totalmente contrarios a las ideas y las ciencias.
A pesar de esa evidencia, tenemos que seguir insistiendo en construir espacios de pensamiento, de investigaciones sobre nuestras necesidades y realidades actuales. A pesar de las tragedias actuales, la terquedad de crear instituciones en serio debe seguir alimentando nuestras ganas de construir Bolivia.
No está mal que los doctorcitos de Harvard se sumen a los esfuerzos nacionales, porque tienen que aprender aspectos importantes, que no están en los libros sino en la experiencia de nuestras realidades. La información ayuda de sobre manera; pero también las experiencias y la información que fluye desde siempre en las cicatrices de los fracasos, en las miradas de las historias todavía no sistematizadas y contadas. En las economías que no son occidentales, de reciprocidades, de sobrevivencias fuera de los sistemas impuestos desde afuera. En fin, en fin.
Sumemos fuerzas desde distintos lugares y espacios de investigación. Sin los tufos imperiales y coloniales, que pues no le hacen bien ni a las ciencias. Eso nos dice la experiencia. De hecho, eso mismo está sufriendo el mismo occidente, con sus enfermedades mentales y soberbias congénitas, destruyéndose a sí mismo. En fin.
A estas alturas de la historia, occidente ya nada tiene que enseñar al mundo. Sino aprender de otras experiencias, éstas aun sean producto del sometimiento y la destrucción imperial. Es la recomendación de la experiencia de la historia.