Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
25/08/2025 - 13:18

Balance necesario y prudente

La victoria del PDC es con absoluta claridad la reacción del enfado nacional, de los sectores más populares, contra el MAS y sus veleidades tontas de los últimos tiempos. Pero también es la claridad de los sectores populares que pueden definir elecciones, desde el silencio, desde su participación marginal en las decisiones del país.

Pasaron las elecciones y existen todo tipo de sensaciones a lo largo del país. Con sorpresas que son las evidencias de una profunda crisis política, económica y social en nuestro país. La derrota histórica del MAS y la victoria del PDC (Partido Demócrata Cristiano), articulan con claridad que al parecer se está terminando una época en Bolivia. La destrucción del MAS precisamente termina con la catastrófica derrota de lo que fue una posibilidad, en términos sociales y económicos, real de avances para los sectores populares. Es decir, con las decepcionantes actuaciones de quiénes son todavía los líderes del MAS, que realmente no estuvieron a la altura de las circunstancias, sino que valieron más sus posturas ególatras y reaccionarias, que los intereses de las colectividades nacionales.

La victoria del PDC es con absoluta claridad la reacción del enfado nacional, de los sectores más populares, contra el MAS y sus veleidades tontas de los últimos tiempos. Pero también es la claridad de los sectores populares que pueden definir elecciones, desde el silencio, desde su participación marginal en las decisiones del país.

La derrota de Doria Medina, es el fracaso de las clases medias que no acaban de entender lo que es la Bolivia profunda. Esa Bolivia periférica que ha intentado dialogar con la otra Bolivia oficial, de las clases medias; pero vemos que ha sido un fracaso también a pesar de los intentos del Proceso de Cambio. Proceso ya extraviado por los profundos errores de sus dirigencias, que no leyeron lo que el país exigía. Las clases medias siguen sintiéndose el centro de la película, en una historia que no son sino sólo parte del poder colonial como rémora de la república. Aquí no hay diferencia entre derechistas e izquierdistas, pues estos 20 años de izquierda, hemos visto que las clases medias se convirtieron en izquierdistas para seguir medrando del poder.

De hecho, las izquierdas de clases medias, o sea q´aras de izquierda, apostaron a Andrónico. Un militante del MAS mediocre, borrachín y totalmente fiestero durante su mediocre trabajo en el senado. Apodado burrónico por su inoperancia y poco aporte al Estado boliviano. Pero, las clases medias de izquierda despistadas como siempre en este país, apostaron a perdedor sin hacer las lecturas correctas de lo que realmente sucede en Bolivia. Ayudaron a destruir lo poco que quedaba del MAS. Nada raro por supuesto. Hicieron lo mismo en la UDP y lo mismo con la revolución del 52.

En definitiva, las últimas elecciones son una muestra más del rostro de las clases medias, como corpus de clase, que siguen nomás tan despistadas respecto de la historia de Bolivia, desde tiempos inmemoriales.

Es cierto también que varias dirigencias del MAS, se torcieron y se emborracharon con el timón del poder. Se olvidaron de las conquistas sociales de los primeros años; se convirtieron en rincones del totalitarismo más absurdo, de donde salían ordenes de contratos o decisiones de nuevas autoridades en viceministerios y ministerios. Papel otorgado por las cúpulas que sólo destruyó a los tejidos de las organizaciones sociales, así se corrompieron en competencia.

Las divisiones de las organizaciones sociales empezaron en los años 2010 y 2011, cuando la torpeza de Chaparina. Ante las críticas hacia las cúpulas del MAS, las cúpulas ordenaron dividir a las organizaciones sociales. Es decir, las corrompieron abiertamente. Esa costumbre se arrastró hasta los últimos años de la agonía del MAS.

Luego, como yapa del destino, el boicot interno entre todas las facciones acabó por destruir lo que fue el sueño del MAS. Obra de los sectores más pobres de este país, fagocitado por los oportunistas de siempre a lo largo de la historia, para ser destruido desde adentro mismo del proceso de cambio. La historia se repite. No hay aprendizaje de las lecciones del pasado, no hay sistematizaciones de ese pasado, sólo inercia entre el hambre y miseria del pueblo boliviano.

Los sectores populares ya decidieron. Decidieron cambiar de rumbo ante lo evidente y destruido proceso de cambio. Sectores populares que demostraron una vez más un comportamiento democrático, pacífico y sin derramamiento de sangre como habrían querido sectores enfermos mentalmente, y sedientos de sangre. Los sectores populares dieron lecciones de democracia, a los grandes analistas, a los izquierdistas y oportunistas de siempre. Es la risa de Diógenes, de los sectores populares, ante el show y la modernidad de otros sectores; pero fuera de los compases de la historia de Bolivia.

Los pobres y marginados de la historia de Bolivia, seguirán de pie aun los duros golpes de la historia tradicional. Saben que su destino está en sus manos, saben que se equivocan cuando confían ciegamente en corruptos y oportunistas de discursos bonitos y para la prensa. Ese silencio enorme confirma esta tesis. Esa paciencia infinita de seguir bregando y labrando la historia de Bolivia, no importa desde la periferia y el anonimato total.

Las nuevas generaciones asisten a la muerte de una época. Una época que ofreció cambios y transformaciones; sin embargo, sólo fue una ilusión enorme. Con algunos avances que no son los que se soñó. Sigue nomás la colonia, las costumbres de la república y la podredumbre de la corrupción. La Constitución del 2009 es ahora un bonito recuerdo, pues los pobres siguen siendo pobres; los ricos siguen siendo ricos. Y la historia de la corrupción como la desinstitucionalización continúan vigentes.

Las nuevas generaciones tienen que empezar a soñar otra vez, en este bello terruño que se llama Bolivia.

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